#ElAmorEsMasFuerte, con Marcela Colcerniani y Alejandro Anania. Editorial.
El 7 de mayo de 1919 nacía Evita. Abanderada de los Humildes. Santa. Capitana. Jefa Espiritual de la Nación. Simplemente Evita.
Tierno gorrión del pueblo para los humildes, los ancianos y niños, para sus gracitas, los descamisados, fue de acero y pedernal, cuando tuvo que enfrentar a los enemigos del pueblo, a los oligarcas al servicio del imperialismo, y a los traidores de adentro.
Su incansable militancia la llevó a ser única portavoz de Perón ante los obreros, que la reconocían como su Jefa espiritual. El conmovedor diálogo del Renunciamiento el 22/08, marca el punto más alto del amor entrañable y definitivo entre Ella y sus queridos descamisados.
Tal vez aun falte aquilatar el peso que tuvo en el camino por el reconocimiento pleno de los derechos civiles, además de políticos, para millones de mujeres. Evita realizó la revolución feminista más profunda de su época, paralela y no contradictoria con la inclusión del pueblo trabajador en la vida política del país, consagrada el 17/10.
Le tocó impulsar la sanción del voto femenino y la creación del Partido Peronista Femenino junto a sus delegadas censistas, que recorrían incansables la Argentina, abriendo unidades básicas llevando dignidad, y dando cuenta de la condición de vida del pueblo en los parajes hasta entonces olvidados de la Patria. Junto a esto, organizó una legión de enfermeras y colaboradoras de la Fundación, para llegar con la Justicia Social allí donde el Estado no llegaba.
Evita fue el alma, la conciencia y el coraje de la Revolución que deberá culminar en la Comunidad Organizada, en la Hora de los Pueblos. Este fue su deseo en su último mensaje “Debemos convencernos de que el gobierno debe ser del pueblo... porque, si no, no será para el pueblo. La hora de los pueblos no será alcanzada si no exigimos participación activa en el gobierno de las naciones. ¿Cómo? Como lo hemos hecho en nuestra tierra gracias a Perón, llevando a los obreros y a las mujeres del pueblo a los más altos cargos y responsabilidades del Estado. Y cuidando que los dirigentes políticos y sindicales no pierdan contacto con las masas que representan. Los gobernantes deben seguir viviendo con el pueblo. Es condición fundamental, para que los pueblos no se sientan traicionados, y para gobernar con sentido real de lo auténticamente popular.”
Evita Perón encarnó la conciencia y sentimiento del pueblo. Por eso pudo declarar “pertenezco a la ignominiosa raza de los pueblos. De mí no se dirá jamás que traicioné al pueblo mareada por las alturas del poder. Por eso me quieren los descamisados, y los ricos me odian y calumnian.” El paralelismo con la actualidad, no es casual. Cristina puede dar fe de ello. Si bien la historia no se repite idéntica a sí misma, cabe a los pueblos y a sus líderes resolver los pendientes. Para cumplir con el deseo de Evita. Para recoger su nombre, y llevarlo como bandera a la victoria.